Un año más septiembre fue el mes elegido para realizar la excursión larga de 2017, para lo cual nos desplazamos a tierras de la montaña palentina, concretamente a la zona de Barruelo de Santullán. Más habituados a las labores propias de la minería del hierro y otros metales, en esta ocasión pretendíamos conocer más en profundidad aspectos relacionados con la minería del carbón, tanto a nivel geológico como industrial.

Y la verdad es que en esta zona de la montaña palentina pudimos conocer de primera mano las particularidades y el devenir histórico de este tipo de actividad minera, tan ligada al desarrollo industrial del siglo XX y que tantas vidas se cobró. Y es que detrás de los millones de toneladas de carbón que se extrajeron en esta comarca está la vida de sus moradores, gente marcada por el carbón y que en muchos casos afrontaron situaciones de extrema penuria.

Comenzando ya con el relato de nuestra visita, el sábado a primera hora de la mañana nos reunimos más de una treintena de compañeros de Harridunak con el objetivo de realizar una visita guiada a la recreación de una de las minas de carbón características de Barruelo de Santullán.

Se encuentra a las afueras del pueblo y es accesible para todo tipo de público.

Inicialmente debemos reconocer que nos sorprendió que fuera una réplica pero pronto nos quedó claro la razón: la peligrosidad de una mina real hace imposible su acondicionamiento.

Derrumbes constates, monóxido de carbono, grisú…a cada paso que dábamos por el interior de la galería nuestro guía nos daba detallada información de los peligros a los que diariamente se enfrentaban los mineros de la zona.

Sobrecoge solo pensar en las condiciones de vida de aquellos trabajadores que entraban cada madrugada en el pozo sin saber si ya caída la noche iban a salir vivos de allí. Acostumbrados a minas de techos altos, buena ventilación, con laboreo de cámaras y pilares, sin entibación debido a la dureza de la roca encajante de los filones, allí tuvimos que ver angostas galerías de menos de un metro de ancho, inclinaciones de casi 70 grados o entibación constante para evitar que literalmente la montaña se hundiera sobre tu cabeza.

Una visita de algo más de una hora de duración, que gracias a la labor de los guías se convierte en toda una experiencia que hace olvidar que estás transitando por una réplica y no por una verdadera explotación minera.

Tras esta primera visita pusimos rumbo al Museo de la Minería de Barruelo de Santullán, enclavado en el mismo centro del pueblo y que recoge tanto útiles propios de la minería de la zona como elementos de geología, mineralogía y fósiles, además de poder contemplar una fantástica vista de todo el valle.

Divididos en varios grupos, los responsables del Museo nos enseñaron técnicas de la minería de la zona, maquetas que ayudan a comprender el laboreo en las minas de carbón, útiles mineros entre los que destaca una formidable colección de lámparas mineras, historia geológica de la zona.

Y para acabar pudimos disfrutar de una exposición de fósiles del carbonífero que habían preparado para nosotros. Desde aquí muchas gracias por vuestra amabilidad.

Ya con el reloj marcando las dos de la tarde tocaba reponer fuerzas para la salida de la tarde, así que bien al aire libre o sentados en torno a una buena mesa, cada cual se dispuso a disfrutar del almuerzo en buena compañía.

Para ser mediados de septiembre el calor seguía apretando de lo lindo, así que a eso de las cuatro y media el termómetro marcaba sus buenos 30 grados. No es la mejor hora ni la mejor temperatura para una marcha por el monte, pero es lo que tocaba y todo el grupo quedamos en las inmediaciones del cementerio, que conste que solo por motivos de pura logística, para comenzar una ruta recientemente acondicionada que nos llevaría a saber algo más de dos lugares emblemáticos de la zona: el estratotipo barrueliense y el Pozo Calero.

Inicialmente nos dirigimos en busca del estratotipo, que en geología es el lugar donde se define originalmente una unidad o un límite crono-estratigráfico. Se identifica como un intervalo o un punto concreto dentro de una secuencia de estratos y sirve de patrón o tipo para la definición y de base para el reconocimiento y comparación de otros lugares. El casi un año que llevaba sin llover por la zona había dejado su huella en la vegetación del camino, totalmente agostada por el calor del verano y la ausencia de agua. Casi como nosotros que agradecíamos cada sombra por pequeña que fuese.

En estas estábamos cuando por fin llevamos a un punto perfectamente balizado donde se encuentra el famoso estratotipo barrueliense. Bueno, quizá nos hemos pasado en lo de famoso, pero importancia geológica la tiene, y mucha, otra cosa es que no sea precisamente lo que los profanos calificaríamos como espectacular. De hecho es absolutamente imprescindible ir con una geólogo ya que de no ser así, la cosa es más bien un acto de fe. Todo cambia cuando alguien experto te lo explica, y cobra sentido lo que en otras circunstancias sería un talud del camino sin el menor interés.

Precisamente en los derrubios del talud pudimos ver algunas muestras de flora fósil del carbonífero, para disfrute de pequeños y no tan pequeños.

Dese ahí otro rato de caminata hasta llegar al Pozo Calero, con su imponente castillete de sillería, auténtico símbolo de la minería de esta zona. Abierto en 1911 y cerrado definitivamente en 2002, su historia es la historia del valle de Barruelo tanto en las épocas de bonanza como en el declive posterior. La peligrosidad de esta explotación era tal que según nos contaron tuvo el triste honor de haber obligado a establecer un nivel más en la escala de peligrosidad de las minas, ante los que se conoce como “desprendimientos instantáneos de grisú”, explosiones del gas atrapado en la roca sin que mediara ninguna acción humana que lo provocara. Más de 80 mineros murieron en esta explotación a lo largo de su vida, el último en 1997. Casi todos los habitantes de Barruelo conocen a alguien que murió en El Calero, y nosotros mismos mientras tomábamos una cerveza en el bar del pueblo estuvimos charlando con un antiguo minero cuyo padre falleció en el Pozo antes de que él naciera, una tragedia que junto con otras marcó su vida y su carácter para siempre. Un auténtico luchador que ahora ha vuelto al pueblo de donde salió hace 40 años.

Si en el pasado la historia negra de El Calero daría para más de un libro, en la actualidad tampoco se libra de la polémica. De ahí que a pesar de su enorme interés histórico, sea imposible acercarse a las instalaciones por más que los responsables de Barruelo hayan intentado el acuerdo con sus actuales propietarios.

Tras realizar algunas fotos en las inmediaciones, bajamos de vuelta a Barruelo no sin antes localizar nuevos ejemplares de plantas fósiles en las cercanías del pueblo.

Ya entrada la tarde, cada cual se dirigió a su alojamiento para cenar y pensar ya en lo que nos depararía al día siguiente la prevista visita a las minas de Carracedo, en las cercanías de Cervera de Pisuerga.

Y así fue, el domingo a las 9 nos reunimos en la orilla del embalse de Requejada. Como en otros lugares, la sequía ha hecho estragos, y apenas un hilo de agua atravesaba un auténtico desierto de tierra cuarteada. Tras atravesar el puente que lo cruza y se dirige al pueblo de Polentinos, cogimos un camino a la derecha en dirección al arroyo de Parrazales en cuyo curso se hallan las antiguas labores mineras. Estas minas se localizan sobre un skarn y explotaban minerales de cobre y arsénico, estando activas hasta la década de 1950.

Si bien desde un punto de vista industrial no tuvieron gran relevancia, sí que la tiene desde el punto de vista mineralógico dada la gran cantidad de minerales que en ellas se pueden encontrar.

Magnetita, calcopirita, arsenopirita, epidota, granates…son solo algunos ejemplos de la amplia paragénesis de estas minas.

El entorno es de gran belleza natural, ya que el camino que conduce al socavón que da acceso a las labores de interior, atraviesa unos magníficos bosques de robles y hayas, hábitat de buena parte de la fauna característica de la Cordillera Cantábrica.

Una antigua cantera de mármol junto al camino fue nuestra primera parada que aprovechamos para escuchar las explicaciones geológicas que nuestros compañeros nos ofrecieron. Tras unos 45 minutos alcanzamos una gran grieta abierta en el terreno, a la que hay que acercarse con mucha precaución y que es la parte más visible de las antiguas minas de Carracedo. Los colores verdosos de las paredes del socavón dan la primera pista de que allí se explotaron minerales de cobre.

Además, en las pequeñas escombreras que se encuentran a lo largo del camino y en las inmediaciones del socavón principal, podemos encontrar muestras de muchos de los minerales característicos de la zona, bien en forma masiva o si hay suerte en ejemplares cristalizados que poco a poco fueron apareciendo y que se pueden contemplar en las fotografías que acompañan a este reportaje.

Ya casi al mediodía, vuelta a los coches, y aunque estaba pensado complementar la mañana con una visita a un cercano yacimiento de árboles fósiles, la hora y el viaje de vuelta a casa nos llevó a poner punto y final a la excursión, si bien algunos socios más animados siguieron el plan inicial.