Por segundo año nuestra asociación se disponía a realizar una salida de fin de semana completo, y para ello habíamos preparado un recorrido paleontológico y mineralógico por la costa asturiana.

Los yacimientos de icnitas de dinosaurio de la costa de Tereñes, y el Museo del Jurásico, abierto en 2004 en la localidad de Colunga, formaban la parte dedicada a la paleontología, mientras que la búsqueda de minerales quedaba reservada para un lugar tan emblemático como Berbes, y sus famosas fluoritas.

Un plan realmente atractivo que poco faltó para irse al traste debido al mal tiempo. Efectivamente, el viernes 18 de septiembre, la mayoría de socios partimos rumbo a los distintos alojamientos que habíamos reservado en la zona de destino. En aquel momento eran no pocas las dudas que albergábamos sobre el devenir de la excursión, ya que la tormenta que se desató esa tarde camino de Asturias, fue de las que hacen época. Truenos, rayos, y sobre todo lluvia, unos chaparrones que hacían presagiar lo peor.

Y sin embargo, fue entrar en Asturias y dejar de llover, como si, haciendo honor a su fama, nuestro presi hubiera tenido todo controlado. Lo cierto es que desde el punto de vista meteorológico, el fin de semana fue perfecto, solo llovió de noche y mientras
visitábamos el Museo, así que ni los más optimistas se lo creían.

Ya comentando la excursión propiamente dicha, el sábado por la mañana nos reunimos en el pueblo de Tereñes, desde donde partía la ruta guiada que nos llevaría siguiendo la costa, hasta los afloramientos de huellas de dinosaurio.

Reunido el grupo, iniciamos la marcha en dirección a los acantilados, en cuya base se encontraban las icnitas. En unos estratos de areniscas calcáreas y margosas, de color gris, se podían distinguir varias huellas de dinosaurios. Según nos explicó la guía, se trata de huellas y rastros de dinosaurios bípedos (terópodos y ornitópodos), que habitaban esta zona hace unos 150 millones de años.

Se pueden observar moldes y contramoldes, incluso varios rastros bien definidos, incluyendo los dejados por un grupo de ornitópodos, probablemente iguanodóntidos.

Bien es cierto que a veces hay que echarle un poco de imaginación, pero en muchos casos las huellas son claramente reconocibles, incluso para profanos como casi todos nosotros.

Desde allí comenzó una considerable caminata por la costa, en busca de la playa de la Griega. La verdad es que estábamos avisados, pero entre el sube y baja, el calor, y que no vimos ni una huella más, al final se hizo pesado. Es por ello, casi tres horas después, al llegar a una playa (sin huellas, pero con bar), decidimos parar y dar por finalizado el paseo.

Algunos volvimos a por los coches y tras comer en la playa, pusimos rumbo a Colunga, donde nos esperaba el Muja (Museo del Jurásico de Asturias). Estas instalaciones, con forma de enorme huella tridáctila, fueron inauguradas en 2004, un par de años después de que los yacimientos asturianos de icnitas de dinosaurio fueran declarados Monumento Natural.

En las inmediaciones del museo, unas réplicas de dinosaurio a tamaño natural sirven como muestra de lo que vamos a encontrar en el interior.

Con el “tiempo” como hilo conductor, en el MUJA se muestra la evolución de la vida en la Tierra desde sus inicios hasta la llegada del hombre, haciendo especial hincapié en el Mesozoico o Era de los Dinosaurios y en sus tres períodos: Triásico, Jurásico y Cretácico, a los que hace referencia cada uno de los tres dedos de la gran huella que forma el edificio.

En nuestro caso realizamos una visita guiada, lo que nos permitió conocer más en profundidad diversos aspectos de la vida en épocas pasadas, además de poder participar en diversas actividades que hicieron las delicias de pequeños y no tan pequeños.

Finalizada la visita partimos hacia Ribadesella, para cenar y pasear un rato antes de ir a dormir y coger fuerzas, que al día siguiente esperaba “La Paredona”. Y con ese nombre…

Dicho y hecho, casi sin darnos cuenta estábamos en Berbes, una fresca mañana de domingo, cargados de ilusión, y con la cabeza llena de fluoritas. Como en casi todos los yacimientos como éste, una cosa es lo que se ve en las fotos, y otra lo que puedes encontrar en una visita aislada como la nuestra. Se necesita mucho trabajo, perseverancia, y suerte para dar con una de esas piezas que nos hacen “babear” delante de la pantalla del ordenador.

Pero bueno, la esperanza nunca hay que perderla, así, que desde el camping de Berbes, recorrimos toda la playa y accedimos al camino que baja desde la carretera y, y que da acceso a la cantera de Los Cobayos, también conocida como la Paredona.

Como ya hemos comentado, el yacimiento de Berbes es mundialmente conocido por sus fantásticas fluoritas y por sus no menos espectaculares cuarzos. Por aquí han pasado, y picado, centenares de aficionados, de multitud de países, en busca de una pieza de relumbrón. Incluso, como nos relató algún compañero, ya hace más de veinte años, había quien pasaba el verano con si tienda de campaña pegada a la pared, picando sin descanso.

Esta masiva afluencia, junto con el precio que alcanzan en el mercado estas piezas, hace que encontrar un ejemplar digno, sea poco menos que misión imposible.

Gracias a que todo aficionado va con un ojo o los dos, fijos en el suelo mientras camina, por la pista que nos acercaba a la zona en cuestión encontramos unas curiosas muestras de azurita, que sirvieron para ir calentando los ánimos.

Así que no es de extrañar que no hiciera falta señal alguna para que nada más llegar a la Paredona, el grupo se disolviera como por arte de magia, y el sonido de las gaviotas fuera sustituido por el golpear de los martillos.

Directamente en la pared, en la escombrera adyacente, en los taludes circundantes, cualquier lugar era bueno para intentar dar con las fluoritas. Dar con ellas y poder sacarlas sin daños, porque verse, lo que es verse, se ven por doquier, pero o están muy dañadas o su extracción es imposible sin que salten por la vibración de los golpes del martillo.

Claro que no somos muy exigentes, o al menos no demasiado, y por eso todos nos trajimos alguna muestra, que si bien seguro que no será una piza de vitrina, sí que podremos decir que las hemos sacado con nuestras propias manos, y eso también
tiene valor, aunque sea sentimental.

Cuando el ímpetu picador empezó a ceder, y visto que nos esperaba un largo camino de vuelta, decidimos poner punto y final a este estupendo fin de semana por tierras asturianas.