Los diapiros son estructuras relativamente frecuentes en nuestro entorno, y en otras ocasiones habíamos visitado alguno de ellos, pero era la primera vez que nos acercábamos a visitar los afloramientos navarros de Salinas de Oro y Lorca.
Una vez reunidos en la plaza de Salinas de Oro, y acompañados por Iñaki Irisarri, que nos haría de guía en esta ocasión, nos encaminamos al primero de los yacimientos que pensábamos visitar, la antigua cantera de ofitas de Salinas de Oro. Está situada en las afueras del pueblo del mismo nombre, junto al cauce del río Salado.
Una interesante charla geológica de Mikel López Horgue nos permitió ver con otros ojos el entorno que nos rodeaba, y nos hizo comprender la relación existente entre la elevada salinidad del río, las rocas ofíticas, y el funcionamiento de un diapiro. Para un entendido todo encaja como un puzle, y tiene una lógica aplastante, pero los legos en la materia no dejamos de sorprendernos ante esquemas temporales tan abrumadores.
Tras la imprescindible explicación tocaba el turno de intentar encontrar los minerales relacionados con este tipo de estructuras geológicas, así que nos pusimos manos a la obra. No obstante, la pared que teníamos delante no ofrecía toda la seguridad que requiere una excursión de este tipo, así que nos limitamos a las zonas bajas y menos expuestas a los posibles derrumbes provenientes de la parte alta. Cualquier precaución es poca y ninguna muestra merece una desgracia.
No obstante, la precaución no impidió recoger algunas piezas de prenhita y epidota.
Al cabo de un rato y visto que el tiempo estaba siendo más benigno de lo anunciado, decidimos ir directamente a Lorca aun cuando eso significara comer más tarde. En noviembre el tiempo manda más que el estómago.
Como hemos dicho, Lorca, concretamente una antigua cantera de ofitas, era el segundo yacimiento a visitar. Tal y como sucedió en la parada anterior, lamentablemente el entorno no era el mejor, ya que por doquier se veían restos de la utilización de estos
parajes como vertederos incontrolados.
A pesar de ello, esta cantera abandonada nos proporcionó unas espectaculares muestras de bisolita, variedad fibrosa de actinolita-tremolita, tan bonitas como frágiles. También dimos con algunas piezas de epidota y pequeños cuarzos.
Ya con la tarea hecha, nos dirigimos al Camping Iratxe, en cuyo restaurante disfrutamos de una buena comida. Cuando parecía que la excursión había finalizado, Iñaki Irisarri nos propuso ir a visitar la colección de fósiles de un vecino de la zona.
Dicho y hecho, ya casi de noche nos plantamos en su casa, donde nos enseñó la estupenda colección de fósiles de Navarra que atesora, con el valor añadido que supone que la inmensa mayoría de ellos han sido recogidos por él a lo largo de toda una vida de paseos por las montañas de la zona.