Los aficionados del norte estamos acostumbrados a que la lluvia, el frío, y el barro sean enemigos habituales a la hora de programar una salida, y con frecuencia envidiamos a aquellos colegas que siempre tiene un “sol” en su mapa del tiempo. Nos olvidamos que el calor es un adversario implacable, y con frecuencia peligroso.
Menos mal que advertidos por algunos compañeros, cuando nos planteamos realizar una excursión en busca de los famosos yesos de Fuentes de Ebro, lo primero que decidimos era olvidarnos del verano. Esos cerros pelados en medio del valle del Ebro que se observan desde la autopista camino de Barcelona no invitan precisamente a pasar allí una mañana de estío. Claro que en época de lluvia el barrizal que debe formarse tampoco debe ser plato de gusto, así que el mes de Mayo era el momento adecuado para lanzarnos en pos de las famosas “espadas” del Cerro Patillas.
Una visita al yacimiento de sílex de Azaila, en la cercana Teruel, sería el complemento ideal a un fin de semana en tierras aragonesas. Aunque algunos compañeros habían visitado la zona tiempo atrás, contamos para esta salida con la ayuda y hospitalidad de los componentes de la Asociación Mineralógica Aragonesa (Asminar), en compañía de los cuales pasamos un par de jornadas inolvidables, y a los que desde aquí agradecemos su labor guiándonos en busca de buenos lugares para picar y cómo no, las piezas que amablemente nos regalaron. Esperamos que nos devuelvan algún día la visita.
Volviendo a la crónica de ese fin de semana, el viernes a la tarde partimos en dirección a Fuentes de Ebro. Tres horas de autopista, dejar las cosas en el hotel, y en vista de que había tiempo antes de la cena, y los martillos se removían en las mochilas, unos cuantos nos dirigimos a las canteras de yeso cercanas a probar fortuna. No encontramos gran cosa en cuanto a cristales se refiere, pero unos estéticos fragmentos cilíndricos de alabastro, vestigios de un pasado mejor, sirvieron para llenar más de una bolsa. De vuelta al hotel, grupo reunido y una inesperada sorpresa, Fuentes de Ebro celebrando sus fiestas patronales. De ahí que tras cenar y planear las siguientes jornadas, un buen número de compañeros optaron por disfrutar de la fiesta mientras el resto se retiraba a descansar.
Fuentes de Ebro
El sábado a la mañana, nos dirigimos a una zona donde recientemente había habido movimiento de tierras, con la esperanza de que entre los frentes removidos pudiera aparecer alguna zona de geodas. A pesar de nuestros esfuerzos no localizamos nada reseñable, así que cambiamos de lugar en busca de un lugar más propicio. El paisaje eso sí, es impresionante, por todos los lados se alzan paredes cortadas a cuchillo y enormes escombreras.
Azaila
Pausa para comer y coger fuerzas, porque a la tarde nos esperaba Azaila, el famoso yacimiento turolense, conocido entre los aficionados a la mineralogía por sus celestinas y sus vistosas amatistas.
Tras media hora de viaje llegamos a las estribaciones del yacimiento, una zona de pequeñas colinas pedregosas apenas cubiertas por algunos arbustos y hierbas aromáticas.
Guiados por los compañeros de Asminar pronto alcanzamos la parte alta, donde soplaba un viento de cuidado, algo muy usual en este paraje, y que a veces dificultaba el caminar entre los restos de sílex diseminados por el suelo. Toda la zona está repleta de pequeñas calicatas excavadas por los aficionados a golpe de azada, y cubierta por miles de fragmentos de sílex.
Enseguida se escuchó el golpear de martillos, y los primeros fragmentos de sílex empezaron a volar por los aires. Hay que tener mucho cuidado con este material, pues incluso con la protección adecuada es difícil librarse de un corte. Guantes y gafas de seguridad son siempre útiles, pero en este caso se antojan imprescindibles.
Al rato ya nos dimos cuenta que Azaila no es precisamente un lugar que te lo pone fácil. La dureza de las rocas y la dificultad de encontrar bolos grandes hicieron que más de uno optara por la famosa “rebusca” logrando incluso mejores resultados que el resto. Por otro lado, haciendo bueno los dichos populares de “más vale más maña que fuerza” y “la experiencia es la madre de la ciencia”, los colegas de Asminar nos dieron una auténtica lección, ya que en poco minutos y casi como quien parte almendras, empezaron a extraer muestras de celestinas amarillas.
Poco a poco fueron apareciendo yesos, celestinas, y alguna amatista, aunque estas últimas bastante escasas, demostrándonos que la zona está muy trillada, y que hay que insistir e insistir para encontrar un buen ejemplar. Como siempre, pero uno no puede evitar soñar con llegar y besar el santo.
Poco a poco el ímpetu picador fue cediendo y cada uno con sus muestras en la mochila nos encaminamos de vuelta a los coches.
Breve descanso, ya pensando en cómo pasar la tarde. Bueno, el cómo estaba claro, solo quedaba por decidir el dónde. La posibilidad de sacar unas bonitas calcitas nos llevó primero a una explotación cercana a La Puebla de Albortón, la cantera Macondo.
Pero el vendaval y el hecho de que, estando en funcionamiento, no encontráramos a nadie que nos diera permiso para entrar, hizo que volviéramos sobre nuestros pasos en dirección a Fuentes de Ebro. Eso sí, todavía hoy recordamos los casi 15 kilómetros de pistas de grava que atravesamos al más puro estilo de la Baja Aragón.
Fuentes de Ebro
Ya caía la tarde, pero en mayo los días son largos, y qué mejor manera de apurar el día que acercarnos a algunas de las canteras de alabastro que rodean el Cerro Patillas, y volver a la carga en busca de las “espadas” de Fuentes de Ebro.
Nada más aparcar los coches, en un acopio de bolos al borde del camino, encontramos una pequeña geoda con un buen yeso en medio, lo que alimentó nuestras esperanzas de encontrar un buen número de ejemplares. Craso error.
Todos los cerros de la zona presentan enormes cortes verticales donde afloran las capas de alabastro, y que denotan una intensa labor de extracción en el pasado, pero actualmente no hay resto alguno de recientes movimientos de materiales. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que tantos males ha provocado, también tiene mucho que ver en esto.
La falta de actividad industrial hace que los frentes no se muevan, con lo que se reduce muchísimo la probabilidad de encontrar zonas no exploradas por otros colegas.
Recorrimos andando una amplia zona no explorada por la mañana, en busca de algún lugar prometedor, pero solo tras mucho porfiar encontramos algunas muestras, aunque no demasiado transparentes.
Vuelta al hotel, cena, y a soñar con grandes yesos, o en el caso de los más atrevidos, a tentar la suerte delante del Toro de fuego.
Esto último hizo que el despertar fuera especialmente duro para algunos trasnochadores, pero a la hora prevista salimos rumbo al Cerro Patillas. Allí nos esperaban los compañeros de Asminar, que un día más hicieron de perfectos anfitriones.
Nos dirigimos a una explotación abandonada donde tiempo atrás se habían encontrado buenos ejemplares de cristales de yeso. Era visible el nivel donde se encontraban los bolos de alabastro, muy cercano al suelo, y ahí se dirigieron los esfuerzos de todos los participantes en la salida.
No era fácil arrancar de la pared las “pelotas” de alabastro, y para nuestra desgracia la inmensa mayoría de los blancos túneles que las horadaban estaban vacías, ni rastro de cristales de yeso. Apenas algunas muestras en tonos apagados aunque de aceptable tamaño, mientras que los cristales transparentes eran en general pequeños.
De nuevo los amigos de Asminar paliaron esta pequeña decepción con unas buenas muestras de yesos recogidas por ellos tiempo atrás en ese mismo lugar.
Destacar la peligrosidad de las excavaciones a ras de suelo que encontramos en el lateral izquierdo. De apenas medio metro de alto, alcanzaban los casi dos metros de profundidad en algunos casos, dando sensación de colapso inminente.
Tras un par de horas de incesante trabajo, y con el sol apretando, poco a poco nos fuimos retirando para comer e iniciar el viaje de vuelta a casa.
Un gran fin de semana de minerales, en compañía de buenos amigos, aunque sin grandes resultados en cuanto a piezas. Los yesos de Fuentes de Ebro han resultado ser un hueso duro de roer, habrá que volver.