Primera salida de 2018 para Harridunak. En la última asamblea de la asociación, la primera elección para comenzar el año fue a la Ferrería del Pobal en el municipio de Muskiz.

El plan inicial era realizar por la mañana una visita guiada a la Ferrería de El Pobal, donde íbamos a ver dos épocas diferentes de la explotación y tratamiento del hierro a lo largo de la historia.

Posteriormente, después de la comida estaba planificado hacer una excursión a la zona del Pozo Gerente (Abanto-Zierbana), donde íbamos a visitar las labores mineras.

Inicialmente la salida se había programado para el día completo. La previsión meteorológica indicaba fuertes lluvias y se cumplió a rajatabla. Esto obligó a suspender el programa previsto para la tarde del sábado, pero a cambio nos regaló una sobremesa tranquila en la que pudimos charlar y bromear durante un buen rato sobre lo que nos une: los minerales, los fósiles y unos cuantos años ya de salidas conjuntas.

En el punto de encuentro y a la hora acordada todavía no llovía por lo que pudimos ir saludándonos y cambiando las primeras impresiones sin la necesidad de huir de la lluvia.

El plan del día era comenzar con una visita guiada a la exposición «hierro al agua» .

Esta exposición parte de dos maquetas realizadas en madera, de gran belleza y valor histórico en que se pueden admirar los cargaderos de mineral que hubo tiempo atrás en la ría de Bilbao.

El mineral de hierro recién extraído de las minas de las proximidades debía ser transportado a los altos hornos donde sería transformado en hierro. Esto, en general, se llevaba a cabo en Inglaterra. Las compañías que explotaban las minas de hierro eran en su mayoría compañías británicas.

Para ello, se construyeron con bastante ingenio y mucho trabajo diversos tipos de cargaderos de mineral que permitían llevar el mineral a bordo de los barcos de carga donde sería transportado.

El periodo histórico que se rememora son los últimos años del S. XIX y la primera mitad del S. XX. A partir de las fotografías de la exposición, es posible comprobar que la zona costera del actual puerto de Bilbao poco o nada tenía que ver con lo que podemos contemplar en la actualidad.

El mineral llegaba bien en cables aéreos o bien en transporte por ferrocarril hasta los cargaderos. Con los barcos fondeados bajo la rampa de descarga, se iban dejando caer el mineral desde vagonetas a las bodegas de carga de los barcos.

En otros casos, se aprovechaba la orografía de la zona. El cargadero se levantaba en voladizo en la costa de modo que alcanzara la posición de los barcos bajo él.

El tiempo, el mar y el progreso tecnológico han hecho que este pasado haya quedado sólo como un recuerdo. Quedan de él las maquetas que pudimos admirar y de las que reproducimos unas fotografías en este resumen y algunas fotos. De los cargaderos del Kobarón se ha ido encargando el mar y el poco valor que hasta hace poco hemos dado a nuestro patrimonio industrial cercano.

Para ver y comprender la exposición pudimos contar con la gran ayuda de Joaquín Cárcamo, comisario de la exposición y miembro de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública. Desde aquí nuestro sincero agradecimiento por su amabilidad y amenas explicaciones. La visita no hubiera sido lo mismo sin su ayuda.

En segundo lugar, dando un salto atrás en la historia del trabajo con el mineral de hierro, íbamos a asistir a una presentación y demostración del trabajo de los ferrones.

El trabajo de los ferrones fue imprescindible para cualquier sociedad desde que se conoce el hierro y la manera de trabajarlo hasta el momento en que la industrialización consigue producir utensilios de hierro en cantidad y calidad suficientes.

En este momento, el oficio de ferrón muere. Esta y otras ferrerías pretenden rescatar del olvido este oficio antaño tan importante y darlo a conocer a las generaciones actuales.

En la actualidad no nos paramos a pensarlo, pero en siglos anteriores, cada bisagra de puerta o ventana, cada utensilio de hierro usado en el campo con los animales o en la agricultura, cada útil de cocina hecho con hierro e incluso cada clavo tenía que salir obligatoriamente del taller de un herrero, que a fuerza de fuego y martillo fabricaban y daban forma a todos los elementos de hierro usados entonces. Hoy es más sencillo: vamos a la ferretería y compramos lo que necesitamos. Antes era un poco más complicado.

En la ferrería del Pobal, pudimos ver cómo ingeniosamente se consiguió aprovechar la fuerza del agua para realizar la mayor parte de los trabajos auxiliares de la ferrería:

En primer lugar, se utilizaba la fuerza del agua para avivar el fuego del carbón hasta llegar a las temperaturas necesarias para fundir el mineral de hierro.

La Ferrería del Pobal cuenta para ello con dos fuelles posiblemente únicos en su género. En lugar de un cuerpo de cuero como es lo habitual en otras ferrerías, estos dos fuelles de gran tamaño son de piedra caliza. Por su interior se mueven gracias a la fuerza del agua los émbolos que inyectan el aire hacia la fragua.

Posteriormente, una vez conseguido el hierro en la colada, hacía falta trabajarlo en la forja con un martillo de grandes dimensiones. Este martillo se movía también con la energía del agua, de manera que deja las manos libres al ferrón para trabajar el hierro hasta darle la forma deseada.

Una vez terminado este trabajo, el siguiente paso es ir a la fragua, donde a partir de barras de hierro obtenidas en el proceso anterior (en la actualidad, barras de hierro comercial), se procedía a darle forma con una variedad de utensilios hasta obtener todos los útiles que eran necesarios en un pasado no tan lejano.

En este punto es importante el conocimiento del oficio del maestro ferrón. A partir de las distintas tonalidades del hierro «al rojo» el maestro ferrón es capaz de saber cómo se va a comportar el hierro y qué punto de temperatura es el apropiado en cada etapa de su trabajo. Desde el marrón del hierro más frío al rojo blanco del hierro cercano al punto de fusión.

Para ello, pudimos comprobar cómo es importante que en las fraguas el trabajo se desarrolle con poca luz de modo que permita al maestro ferrón distinguir con facilidad los distintos puntos de temperatura del hierro, únicamente a partir del brillo del metal.

Asistimos, hay que admitir que con bastante admiración, al proceso de fabricación de diferentes utensilios: en primer lugar vimos lo sencillo que parece (digo parece, porque seguramente no lo sea) realizar una voluta para una reja adornada de ventana.

Posteriormente, asistimos al proceso de transformación de otra barra de hierro en una barra adornada en espiral posiblemente para esa misma ventana

Finalmente, casi atónitos, pudimos ver cómo de un trozo de hierro al rojo y con únicamente la ayuda de un yunque, un martillo y unas pocas y sencillas herramientas más, el maestro ferrón obtuvo en pocos minutos un clavo.

Nuestro asombro fue a más cuando nos hizo ver que cada caserío necesitaba en la antigüedad alrededor de 10.000 clavos como ese, cada uno de ellos realizado a mano con el proceso que acabábamos de ver. Nada que ver con la actualidad, en definitiva.

Adicionalmente, y de propina, pudimos ver junto a la ferrería un molino de harina en funcionamiento. Aprovechando la fuerza del mismo agua, se molía el grano. Es algo que también va quedando en el olvido así que es importante no perderlo, al menos del todo.

La meteorología no daba tregua. Así que un poco ateridos de frío nos dirigimos a un restaurante cercano. Al no haber plan para la tarde, la sobremesa se alargó y pudimos disfrutar de un rato agradable de charla

Esperando ya la próxima salida, que será de fin de semana a tierras leonesas, nos fuimos despidiendo y volviendo a casa con el buen sabor de boca de una jornada agradable.