En esta ocasión la jornada se dividía en dos partes totalmente diferenciadas, en primer lugar una visita de claro carácter divulgativo al Museo de la sal de Leinzt-Gatzaga, para acabar el día en el yacimiento de Mina Miñagañe (Ollerías-Legutiano).
Comenzamos el día en las instalaciones del Museo de Sal, situado en el gipuzkoano pueblo de Leintz Gatzagak ( Salinas de Léniz). En esta localidad desde hace siglos, probablemente desde la edad del Hierro, aunque documentado desde el siglo XVI, se explota un manantial de agua salina, del que se obtiene algo hoy tan común pero antiguamente tan cotizado como la sal.
De origen diapírico como en el caso de Salinas de Añana, en esta ocasión la obtención de la sal disuelta en el agua no se hace mediante evaporación inducida por los rayos solares, sino que el agua salada se hacía hervir en grandes recipientes para obtener la sal disuelta. Madera inicialmente y carbón en épocas posteriores fueron los combustibles utilizados para calentar la mezcla.
El agua se extraía de un pozo mediante una rueda de cangilones cuya réplica podemos ver actualmente en el propio museo, y en épocas ya más modernas mediante bombas hidráulicas.
Como en tantas actividades, la fábrica de sal de Leintz Gatzaga vivió momentos de esplendor y de declive, esto último motivado por los costes de evaporación de la sal, que hacía inviable competir económicamente con la sal de origen marino. Por ello, en 1972 se produjo el cierre definitivo de Productos Leniz.
Afortunadamente en la actualidad las antiguas instalaciones acogen el museo que hoy visitamos, y que ayuda a mantener viva la historia de una actividad que dio nombre al pueblo que la alberga.
Transcurrida la mañana. Decidimos comer antes de trasladarnos a Legutiano, municipio donde se localiza la mina Miñagañe o Mina de Ollerías, una explotación y conjunto de catas queexplotaban minerales de hierro y cobre.
Si bien desde el punto de vista industrial esta explotación nunca ha tenido una especial importancia, para los aficionados a la mineralogía ha sido origen de muestras de azurita, malaquita o cuprita.
Desafortunadamente la vegetación invade casi por completo los zanjones abiertos en los años 70 para evaluar la posible explotación industrial de esta zona, lo que dificulta sobremanera la búsqueda de ejemplares.
Tal es así que casi tuvimos que realizar turnos para picar más o menos cómodamente en las escasas zonas que las zarzas habían respetado. Aun así pudimos dar con alguna muestra de malaquita y azurita, nada especialmente significativo, pero que sirve para tener alguna representación de este yacimiento en nuestras colecciones.