Última salida del año 2010 y como colofón del año una completa salida que nos permitirá observar el interior de una explotación de manganeso y un espectacular yacimiento de yesos y de restos fósiles del mioceno.
Todo ello se halla en la provincia de Burgos, y allá nos dirigimos acompañados de un tiempo espectacular, frío pero totalmente soleado, perfecto para una salida en esta época del año.
El punto de reunión del grupo se fijó en la localidad de Belorado, desde donde nos llevaron hasta el cercano pueblo de Puras de Villafranca. Ya desde finales del siglo XVIII hay referencias del manganeso que se extraía en este lugar, destacando por su gran calidad y pureza. Con distintos altibajos las mians de manganeso fueron el motor de la actividad de la zona, auqnue nunca alcanzaron un gran tamaño ni pasaron de ser explotados de una forma bastante rudimentaria.
No obstante el conjunto de explotaciones abarcaba una superficie de unas 70 hectáreas, contando con varias bocaminas activas. Abandonadas en 1965 el empuje del ayuntamiento de Belorado propició la recuperación para el turismo del complejo minero, siendo abiertas al público en 2010 y declaradas en 2011 Bien de Interés Cultural de Castilla y León. De esta forma
se pueden visitar parte de las galerías de las minas Pura, Victoria y El Comienzo.
Una vez en Puras de Villafranca nos dirigimos a unos antiguos barracones mineros donde los responsables de la visita nos dieron una auténtica clase de química, con un buen número de espectaculares experimentos que tenían el manganeso como elemento principal. Un complemento perfecto para la visita a las minas.
Y hacia allí emprendimos la marcha un buen rato después, con una advertencia clara, además de las normales medidas de seguridad, el manganeso es negro y mancha. Acostumbrados al ocre de las goethitas no le dimos demasiada importancia pero en honor a la verdad, el manganeso es el mineral más sucio que hemos visto. Es tocarlo ponerte las manaos negras, lo que al poco rato hace que tengas la cara más negra que los angelitos de Machín, un poema vamos.
Pero este pequeño inconveniente de limpieza merece la pena cuando te sumerges en la magia de las minas, sobre todo cuando, como en nuestro caso, se tiene la suerte de contar como guía con un vecino del pueblo antiguo trabajador de las minas y ahora, ya jubilado, reconvertido en extraordinario guía. Oir de alguien que lo ha vivido las historias de las minas, con sus alegrías y tragedias es un testimonio impagable.
Divididos en dos grupos para hacer más fácil la visita, recorrimos las galerías imaginando gracias a la ambientación existente, las condiciones de vida de los trabajadores de este lugar.
Una vez en el exterior nos permitieron recorrer las escombreras que circundan las minas para recoger alguna muestra de manganeso que pudiera encontrarse suelta en la superficie de la tierra. No es que el manganeso sea un mineral especialmente vistoso, al menos en la forma que aparece en estas minas, pero como muestra de sistemática pronto conseguimos unos cuantos ejemplares. Como curiosidad mencionar un pequeño fragmento de ámbar que encontramos en una de las escombreras.
Una vez finalizada la vivita, vuelta a Belorado para poner rumbo a Castrillo del Val, donde reponer fuerzas e iniciar el resto de actividades de la jornada.
Una vez dado cuenta del bocata en el bar de la plaza del pueblo, y tras el imprescindible cafelito, retrocedimos unos centenares de metros para en el alto existente junto al río parar para ver uno de los yacimientos de fósiles más espectaculares que recordábamos, al menos los profanos de esto de los fósiles. Porque uno esperaba encontrar algún ejemplar de caracol del mioceno, pero no ver centenares de ejemplares en los taludes de la carretera, unos millones de años atrás allí debió haber una auténtica masacre habida cuenta de la cantidad de conchas visibles a simple vista.
Según nos explicaron algunos compañeros, el lugar hace unos 10 millones de años estaba ocupado por una gran laguna salobre de poca profundidad, lo que hacía que floreciera una abundante población de gasterópodos. Pero de vez en cuando las aportaciones de los ríos bajaban mucho la salinidad y algunas especies muy sensibles a estos cambios morían de forma masiva siendo sustituidas por otras adaptadas al nuevo medio. Y así sucesivamente durante miles de años.
El resultado es una gran concentración de restos fósiles de los géneros Potamides, Melanopsis e Hydrobia, siendo el primero el más abundante.
Tras este encuentro con épocas remotas seguimos avanzando por la carretera hasta alcanzar la orilla del río Arlanzón, en cuyos taludes aflora un yacimiento de yesos. Puntas de flecha, placas, alas de mariposa, una amplia variedad de formas en estos cristales de yeso, de color miel y que en ocasiones alcanzaban dimensiones considerables. Hicieron las delicias de todos
nosotros, que pudimos conseguir unas muestras realmente vistosas.
Con la mente puesta en los yesos recién recogidos y en la forma de eliminar la arcilla que se colaba entre ellos, fuimos recogiendo las cosas y poniendo fin a otra estupenda salida.